Vivir en cartera vencida
Casi todo mundo la sufre, habla de ella, la
“engaña” o trata de evadirla. La angustia de
vivir en “cartera vencida”, de no haber pagado
las mensualidades de la tarjeta de crédito y estar
sometido al acoso de los despachos de cobranza es
una experiencia abrumadora. Ninguno de los más
de siete millones de mexicanos que han dejado de
pagar deudas que en conjunto suman 43 mil
millones de pesos la pasa bien. Se vive bajo un
estrés inmenso, se reciben llamadas intimidatorias,
amenazas de embargo, acoso a deshoras.
Se padece insomnio, depresión, crisis nerviosas.
Cómo hacer para pagar una deuda que crece y
crece, un monstruo que devora la tranquilidad.
Las llamadas son insistentes y persiguen lo mismo:
–Me puede comunicar con el señor Daniel
Flores...
–No. Ya no vive aquí. Este un edificio de departamentos y debió ser un inquilino anterior, pero por favor, llevan mucho tiempo llamando desde muy temprano hasta muy tarde y la verdad esto es muy molesto.
–De acuerdo. Muchas gracias. Apenas horas después vuelve la insistencia telefónica; otra persona tras el señor moroso. Son varios los despachos que lo buscan también con mensajes intimidatorios por debajo de la puerta.
–He repetido mil veces que ya no vive aquí.
–¿Sabe dónde vive?
–Ah... ¿quiere que haga su chamba?
–Pues si pagara lo que debe, no se le molestaría, señor.
Y cuelga. Pero al otro día:
–¿Me comunica con Daniel?
–No, no vive aquí.
–¿Quién habla?
–Te vale madres: no soy el que buscas. Otro embate auditivo a deshoras. Otro esgrima verbal. Un nuevo intento por cobrar una deuda de años y uno más por no pagarlas.
–¿Daniel Flores?
–No, no vive aquí. ¿Eres del banco?
–Limítate a contestar lo que se te pregunta...
–No, pues entonces chinga tu madre, mejor.
–A ver si cuando vayamos a embargar te pones así de cabrón…
–O sea, ¿vendrían un chingo? ¿Tú sólo no podrías?
–Ja-ja-ja-ja... te voy a ver llorando, cabrón.
–Va. Pero...chingas a tu madre.
Vendrá otra llamada y otra más... Insistirá el repiqueteo, se multiplicarán las voces... Documentación con amenazas de juicios o de embargos seguirán apareciendo bajo la puerta...
Esta historia inició el día que a Daniel Flores Hernández, un vendedor de productos milagro, con dirección en la colonia Narvarte, en el sur de la Ciudad de México, le ofrecieron su primera tarjeta de crédito. No tardaría en aprender que, mal manejada, siempre traerá graves consecuencias.
Vendrían los plásticos. Tendría tarjetas bancarias; departamentales. E inclusive deudas con algunas compañías telefónicas. Y en verdad: nadie lo ha visto en los últimos meses. Ya no vive aquí. Todo iba bien.
Pablo Gutiérrez –pongamos que así se llama, pues pide reservar su nombre real por el riesgo de que lo identifiquen, pero su identidad y su historia están plenamente corroboradas– pagaba con toda puntualidad
sus compras. En 2004 ganar más de 16 mil pesos al mes era un lujo que debía lucir, al menos, con la Blue, de American Express, el valor de su firma. Pero hubo recorte. Y sus más de 4 mil pesos semanales (contemos los extras, los vales, los incentivos…) se diluyeron tan súbitamente que la angustia de los próximos meses se mediría en las cada vez más altas cuentas del banco.
Comenzaron los aprietos. Casado, sin hijos, su finiquito le duró exactamente todo el 2005, el sabático que se regaló a sus 43 años. Fue al ingresar a un nuevo empleo, como ejecutivo de una agencia de publicidad, cuando surgieron los primeros desbalances financieros, pues ahora ganaba apenas 7 mil pesos al mes.
Vinieron los gastos de casa, las comidas, algunas reparaciones al auto: Navidad y sus excesos… Y la Blue resistía estoicamente. Pero en enero de 2007 su deuda con la tarjeta azul ascendía a 30 mil pesos. “Pagaré”,
se prometió. Pero los meses siguientes el dinero no cayó como él deseaba.
Llegaron los malestares: se le iba el hambre y el desánimo llegaba cada quincena, en la que gran parte de lo obtenido era para pagar la deuda. El doctor le dijo que era simplemente estrés por el ritmo de vida actual pero la incertidumbre no lo abandonaba ni por la noche: qué desesperación, qué ansiedad: no tenía para pagar sino los mínimos mensuales a la tarjeta. Así no acabaría nunca. Se hice adicto entonces a aportar lo
menos posible al banco.
Entonces sus achaques lo llevaron al hospital y durante un par de meses no recibió salario alguno, pero su madre le obsequió sus ahorros: 17 mil pesos. Cuánto le dolió pagárselos a American Express, pero se sentía sofocado, y lo hizo. Su deuda entonces se redujo a 13 mil. Sus finanzas tuvieron un respiro.
No sería por mucho tiempo.
Las hay en más de 200 modelos diferentes. La del Palacio para quedar bien, la de Suburbia para los uniformes, la B-Smart, por inteligente, la Wal-Mart para la despensa, y ahí hay dos versiones: la azul y la amarilla, que pertenecen a bancos distintos, y, ya encarrerados, la clásica American Express,
la dorada, ¡la platinium! Más de 200: desde ligths hasta corporativas.
En todo el país suman 25 millones 400 mil tarjetas de crédito; de éstas, se utilizan habitualmente 18 millones 760 mil; plásticos crediticios que hacen posible cualquier fantasía, dinero electrónico que se acrecentará
a la velocidad de tu firma... Y la puerta a éste, “un mundo en el que todo funciona” –como anuncia American
Express–, se abre para ti a cada paso en los andadores de centros comerciales en todo el
país; la cruzarás. Te convencerá una sonrisa, unas bellas piernas, o la asombrosa facilidad para adquirirlas.
Pero al día siguiente de incumplir el primer pago comenzarán los sinsabores; tres mensualidades sin pagar trasladarán tu nombre a un listado de cartera vencida, ya en marcha el tenaz intento bancario por recuperar lo que les debes. Tú, deseoso de saldar cuentas, con toda seguridad buscarás ingresos extra, pedirás prestado a tu familia; si tienes otra tarjeta, sacarás de ella para pagar una deuda y obtendrás otra.
Sufrirás.
Esta aflicción la han sentido más de 7 millones de mexicanos que tienen tarjetas: a diciembre de 2007 se dejaron de pagar 43 mil millones de pesos, casi el doble de lo que se registró en 2006, cuando la morosidad
fue de 27 mil millones de pesos. Los propietarios de esas 7.2 millones de tarjetas viven entre la estrechez económica, el temor, la congoja y la ansiedad: dejaron de efectuar los pagos mínimos exigidos por tres meses consecutivos y cayeron en cartera vencida, de acuerdo con datos del Buró de Crédito para el mes de enero de 2008.
El gobierno debe poner atención en los rezagos que generan estos problemas en las carteras bancarias, alertó el senador priísta Carlos Lozano de la Torre. La cartera vencida de crédito al consumo, dijo hace unas semanas en la sede del Senado, “se incrementa de manera constante”. El senador también indicó que los principales bancos extranjeros que operan en México –Citigroup, HSBC, BBVA y Scotiabank– cobran comisiones hasta ocho o 10 veces más elevadas que en sus países de origen. Y aunque los banqueros y funcionarios bancarios no aceptan que esto sea una señal de alarma, el propio Banco de México demandó que las entidades bancarias operen con una observación cuidadosa de las tarjetas de crédito, cuya expansión va acompañada de un aumento de la morosidad.
Qué sucedió en apenas unos meses: se fue de vacaciones, pagó medicinas; aportó su poca colaboración para la renta… Y pagó comidas y gasolina de su auto con la tarjeta. La deuda creció otra vez.
La esposa de Pablo obtuvo un nuevo empleo y el salario que él percibía apenas alcanzaba para cubrir deudas; así que firmó. Y firmó. Y firmó. Para mayo de 2007 los estados de cuenta mostraban que los 13 mil pesos se habían convertido nuevamente en 30 mil. Una buena noticia: había cancelado la tarjeta verde, de servicio, con la que obligadamente debía pagar al mes todas sus compras. Pero le aguardaba en el cajón una
recién ofrecida tarjeta American Express Gold, aunque sin activar.
Como su esposa tenía mejor historial
crediticio, la convenció “para bajarle a la tarjeta”: ella pidió un préstamo a Santander por los 25 mil que tenía como límite. Con todo el dolor de su corazón, pagó. Ese viernes sacó un cheque de caja de Santander para llevarlo directamente al edificio que todo lo engulle: las oficinas que American Express tiene en avenida Patriotismo.
Casi saldó su deuda. Pero cometió otro error que lamentaría hasta el día de hoy: no rompió su tarjeta. ¡Ya sólo debía 5 mil pesos!
Las cosas, como era de esperarse, no andaban bien en su casa.
La terapeuta lo convencía de que gran parte de los problemas de pareja se debían a la desigualdad económica: “Necesitas trabajar más, pagar tus deudas, salir adelante. Échale ganas, o la pierdes. Y escúchalo bien: nunca voy a comprender cómo fuiste capaz de comprarte una computadora de 30 mil pesos, ¿para qué?”
“Porque nunca quedé a deber nada a nadie. Hasta ahora”, se respondió en silencio.
Cuando salía del consultorio convivían en él la tristeza, la ansiedad y el desconsuelo: las cosas no andaban bien en casa. La especialista decía que estaba tocando fondo.
Pablo se encaminaba hacia los antidepresivos: le esperaba una pastilla diaria de Altruline.
¿De qué estamos hablando? Para los bancos o cualquier institución de crédito, la cartera vigente se compone de sus clientes (deudores) que se encuentran al corriente en sus pagos.
La cartera vencida es la porción de estos deudores que reporta atraso en el cumplimiento de sus pagos. Generalmente es clasificada en las siguientes categorías: 1) de menor riesgo –una o dos parcialidades vencidas–, 2) litigiosa –que se encuentra en pleito ante los tribunales para intentar recuperar lo adeudado–, y 3) la prácticamente incobrable –aquella que, a pesar de las gestiones judiciales, nunca se pudo recuperar
y se le considera un quebranto.
Hace unos días, el presidente de la Asociación de Bancos de México, Enrique Castillo Sánchez Mejorada, previno: el sistema bancario enfrentará mayores problemas de cartera vencida en caso de que la inflación rebase el nivel actual de 5.26 por ciento anual.
Y dibujó un panorama más difícil para quienes deben a los bancos: “El aumento en la tasa de interés del Banco de México
ha incrementado el costo de la banca, lo que ha llevado a algunas instituciones crediticias a elevar las tasas para las tarjetas de crédito”. A inicios de julio, por segunda ocasión en el año, el Banco de México aumentó la tasa de interés en 0.25 por ciento, para establecerla en 8.0 por ciento, lo que provocará que el financiamiento en México sea más caro, es decir, los créditos de corto plazo, de tarjetas de crédito y los adquiridos a tasa variable serán los más afectados.
El alza a las tasas de interés se reflejará en mayores cargos a tarjetahabientes e incrementará el índice de morosidad porque tendrán dificultades para cubrir a tiempo sus pagos, explica Erika Donjuan Callejo, investigadora del despacho de Asesoría Económica y Marketing.
El 24 de julio, el Congreso solicitó a la Secretaría de Hacienda y a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores tomar medidas para reducir las tasas de interés, así como los costos de comisiones en beneficio de los usuarios y de la economía nacional.
CONTINUA...